Dependencia a drogas y trastornos adictivos
La dependencia a las drogas es una afección crónica en la que una persona experimenta una compulsión incontrolable por el consumo de sustancias adictivas, a menudo llevando a graves problemas de salud y sociales.
Dependencia a drogas y trastornos adictivos
El trastorno por el consumo de sustancias es el resultado de un proceso en el que múltiples factores interactivos influyen sobre la conducta de consumo de drogas y la perdida de juicio respecto a las decisiones concernientes al consumo de una droga determinada. Y aunque las acciones de una droga determinada son críticas en el proceso, no se asume que todos los individuos que se convierten en dependientes de ella experimenten sus efectos del mismo modo o estén motivados por el mismo conjunto de factores.
Trastornos mentales debidos al alcohol
El alcoholismo se sitúa entre los trastornos psiquiátricos más comunes en el mundo occidental. El alcohol es una sustancia poderosa que causa cambios tanto agudos como crónicos en prácticamente todos los sistemas neuroquímicos.
Además, el abuso de alcohol puede provocar síntomas psicológicos temporales importantes, que incluyen depresión, ansiedad y psicosis. El consumo a largo plazo de cantidades crecientes de alcohol puede producir tolerancia, así como una intensa adaptación del organismo, de modo que la interrupción de su consumo puede precipitar un síndrome de abstinencia, marcado por insomnio, hiperactividad del sistema nervioso autónomo y sensaciones de ansiedad. Así pues, para la evaluación adecuada de los problemas vitales y los síntomas psiquiátricos en un paciente, el clínico debería considerar la posibilidad de que la situación clínica refleje los efectos del alcohol.
Existen diagnósticos psiquiátricos que se asocian con más frecuencia a la dependencia al alcohol como el trastorno de personalidad antisocial, trastornos del estado de ánimo, trastornos de ansiedad y el suicidio.
El alcohol tiene efectos negativos sobre el cerebro, alterando la conducta, el estado de ánimo y el sueño, sobre el hígado, sistema digestivo, y en el metabolismo de ciertas sustancias, así como en el aumento de los niveles de tensión arterial.
Por ello dentro de la dependencia al alcohol podemos hablar de distintas alteraciones o psicopatología:
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Intoxicación aguda
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Síndrome de abstinencia al alcohol
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Delirium por abstinencia grave al alcohol
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Demencia persistente inducida por el alcohol
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Trastorno amnésico persistente inducido por alcohol
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Trastorno psicótico inducido por alcohol
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Trastorno de ansiedad inducido por el alcohol
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Disfunción sexual inducida por el alcohol
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Trastorno del sueño inducido por el alcohol
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Intoxicación idiosincrásica por alcohol
Para el tratamiento y abandono del alcohol, lo primero que hay que hacer es el diagnóstico de la enfermedad, con una fase posterior de sensibilización del paciente y motivación para que colabore activamente en el tratamiento.
El reconocimiento del problema será la base de toda intervención posterior. Así pasaríamos a la fase de desintoxicación: el alcohol debe suprimirse de forma brusca y total. Frente a la posibilidad de que el paciente presente un síndrome de abstinencia se iniciará una pauta farmacológica con rehidratación vía intravenosa, vitamina B, sedantes específicos y una dieta rica en hidratos de carbono.
En el caso de que el paciente no se encuentre muy motivado y la familia no desee colaborar activamente, la desintoxicación deberá llevarse a cabo en con el paciente hospitalizado.
Posteriormente vendría la fase de deshabituación, ya que eliminar el hábito es más difícil que eliminar el tóxico. La deshabituación debe ser realizada por un equipo multidisciplinar y especializado, utilizando fármacos y técnicas psicosociales.
Los grupos de discusión con enfermos alcohólicos, libre, abierto y con la presencia de un terapeuta moderador, son la técnica de elección en esta etapa del tratamiento de la dependencia alcohólica. Y por último la fase de rehabilitación y reinserción social Esta fase es la más prolongada, dura aproximadamente 24 meses, y en este tiempo el paciente debe acudir regularmente al centro especializado. La familia del paciente alcohólico necesita en muchos casos atención médica y social para paliar los efectos negativos de la presencia en su seno de un paciente dependiente del alcohol.
Trastornos mentales debidos a opioides
Los opiáceos se llevan utilizando miles de años con fines analgésicos y otros objetos médicos, pero también presentan un largo historial de abuso debido a sus efectos psicoactivos. Un mal uso continuado de opiáceos puede ser el causante de síndrome de abuso y dependencia, y provocar alteraciones del estado de ánimo, el comportamiento y los procesos cognitivos que pueden parecer idénticas a las de otros trastornos psiquiátricos.
En los países desarrollados, la sustancia opiácea asociada con mayor frecuencia al abuso y a la dependencia es la heroína; sin embargo, entre la población existe una preocupación cada vez mayor en relación con los opiáceos que se reciben por prescripción médica, que resultan fáciles de conseguir, dan lugar a una propensión significativa al abuso y se usan cada vez más para todo tipo de fines.
La adicción a los opiáceos afecta por igual a jóvenes y adultos. Los opiáceos pueden consumirse por vía oral, intranasal, intravenosa o subcutánea. Los síntomas asociados consisten en sensación de calor, pesadez de las extremidades, sequedad de boca, prurito facial y rubefacción. La euforia inicial se sigue de un período de sedación.
Existen estrategias eficaces de prevención y tratamiento del trastorno por abuso y uso indebido de opioides, pero son muy poco aprovechados. En el 2015 se lanzó una iniciativa de la Secretaría de Salud y Servicios Humanos (HHS) para tratar el complejo problema del consumo de opioides recetados y heroína. En el 2017, la HHS anunció cinco prioridades para abordar la crisis de opioides:
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mejorar el acceso a los servicios de tratamiento y recuperación
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promover el uso de medicamentos para contrarrestar sobredosis
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profundizar nuestro conocimiento de la epidemia mediante una mejor vigilancia de la salud pública
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brindar apoyo para investigaciones avanzadas sobre el dolor y la adicción
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fomentar mejores prácticas para controlar el dolor
Existen medicamentos eficaces para el tratamiento de la dependencia de opioides: ellos son la metadona, la buprenorfina y la naltrexona. Estos medicamentos podrían ayudar a muchas personas a recuperarse de la dependencia de los opioides, pero continúan siendo sumamente desaprovechados. Menos de la mitad de los programas de tratamiento existentes en el sector privado ofrecen medicamentos para tratar la dependencia de opioides, y solamente un tercio de los pacientes que participan en esos programas y podrían beneficiarse recibe medicamentos.
Trastornos mentales debidos al consumo de cannabinoides
El cannabis es la droga ilegal cuyo consumo está más extendido en todo el mundo. Durante los últimos 35 años, el cannabis se ha convertido en un elemento común de la cultura juvenil de las sociedades más desarrolladas; la edad de inicio del consumo se sitúa entre los 15 y 19 años. El cannabis es la cuarta droga psicoactiva consumida con mayor frecuencia entre los adultos, después de la cafeína, alcohol y nicotina.
Los efectos físicos más frecuentes del cannabis son la dilatación de los vasos sanguíneos conjuntivales (“ojos rojos”) y una taquicardia leve. En dosis altas, puede aparecer hipotensión ortostática. El aumento del apetito y la sequedad de la boca son efectos frecuentes de la intoxicación por cannabis. Los cuadros clínicos van desde la intoxicación por cannabis, delirium por intoxicación por cannabis, abstinencia de cannabis, trastorno psicótico inducido por cannabis y trastorno de ansiedad inducido por cannabis.
Trastornos mentales debidos al consumo de sedantes, hipnóticos o ansiolíticos
Aproximadamente el 10% de los individuos ha consumido ilegalmente sedantes o tranquilizantes. El grupo de edad con mayor prevalencia de consumo alguna vez en la vida de sedantes es de 26 a 34 años, y el grupo de 18 a 25 años es el que con mayor probabilidad los ha consumido durante el año anterior. Las benzodiacepinas, los barbitúricos inducen tolerancia y dependencia física.
Todos los sedantes, hipnóticos y ansiolíticos pueden tomarse por vía oral, en ocasiones para obtener un efecto específico limitado en el tiempo, o de manera regular para alcanzar un estado de intoxicación constante, habitualmente leve. Las benzodiazepinas deben utilizarse a la dosis mínima que sea eficaz y sólo en tratamientos cortos de trastornos agudos. La duración del tratamiento indicada en ficha técnica es de 2 a 4 semanas en el insomnio y de 8 a 12 semanas en la ansiedad, incluyendo en ambos casos la retirada gradual. Si la duración es más larga será necesario un seguimiento estrecho del paciente. graves, incapacitantes o que sometan al paciente a una tensión inaceptable.
La retirada de benzodiazepinas hace que los pacientes mejoren. La pauta de retirada consiste en una disminución de la dosis total diaria que tome el paciente, de entre un 10% y un 25%, según el grado de dependencia. La dosis resultante se mantendrá unas 2-3 semanas. La retirada se realiza con la misma benzodiazepina o sustituyéndola por una dosis equivalente de diazepam, que tiene una vida media larga y que está comercializado en varias dosis, lo que permite disponer de dosis distintas.
El cambio a diazepam es también ventajoso en aquellos pacientes que presentan una fuerte dependencia psicológica a “la pastilla de dormir”. Aunque debemos evitar las benzodiazepinas de vida media larga, el objetivo de esta sustitución es la retirada del fármaco y no el cambio de una benzodiazepina por otra. Siempre que sea posible, hay que dar por escrito la pauta de descenso al paciente. Si aparecen síntomas de abstinencia y/o de retirada, habrá que mantener la dosis unas semanas más, o hasta que desaparezcan los síntomas, antes de bajar al siguiente escalón y evitando subir la dosis. Es más conveniente realizar la retirada con una lentitud excesiva que hacerlo demasiado rápido. La retirada completa puede durar desde 4-6 semanas hasta un año o más.
Trastornos mentales debido al consumo de estimulantes
Las anfetaminas y las sustancias de acción similar son las drogas ilegales más ampliamente utilizadas, solo después del cannabis. Las anfetaminas clásicas producen sus efectos principales mediante la liberación de catecolaminas (en particular de dopamina) en las terminaciones presinápticas. Los efectos son especialmente potentes en las neuronas dopaminérgicas que forman parte del circuito de gratificación.
La cocaína se lleva consumiendo en estado puro más de 15 siglos, convirtiéndose en un gran problema de salud pública en la década de 1980. Entre los individuos de 18 a 25 años se registró la mayor tasa de abuso o dependencia de cocaína durante el año anterior, seguida de los individuos de 26 años o más y los adolescentes de 12 a 17 años.
Como sucede con otros trastornos relacionados con sustancias, los relacionados con la cocaína se acompañan a menudo de otros trastornos psiquiátricos. La aparición de trastornos del ánimo y con el consumo de alcohol suele seguir al inicio de los trastornos relacionados con la cocaína, trastornos de ansiedad y el TDHA.
En la clínica y en la práctica, la dependencia o el abuso de cocaína pueden sospecharse en pacientes que presentan cambios inexplicables de la personalidad. Los cambios frecuentes asociados al consumo son la irritabilidad, el deterioro de la capacidad de concentración, la conducta compulsiva, el insomnio intenso y la pérdida de sueño. Tras la intoxicación por estimulantes se produce un bajón o “crash” con síntomas de ansiedad, temblor, estado de ánimo disfórico, letargia, astenia, pesadillas, cefalea, diaforesis, calambres musculares y abdominales y hambre insaciable.
Actualmente, el tratamiento farmacológico de la dependencia a estimulantes está concebido como una herramienta para ayudar a los pacientes a mantenerse abstinentes en conjunción con otros abordajes terapéuticos de tipo psicosocial. La integración de conceptos farmacológicos básicos y clínicos ha conducido a una mejor utilización de los fármacos disponibles y a la utilización más racional de los datos farmacocinéticos y farmacodinámicos.
Trastornos mentales debidos al consumo de alucinógenos
Los alucinógenos, por definición, son estupefacientes. El consumo de drogas alucinógenas está asociado con ataques de pánico, trastornos perceptivos persistentes por alucinógenos (flashbacks), psicosis, delirios y trastornos del estado de ánimo y de ansiedad.
El consumo de alucinógenos es más frecuente entre varones blancos jóvenes de 15 a 35 años.
Aunque la mayoría de las sustancias alucinógenas tienen efectos farmacológicos diversos, el LSD puede considerarse el alucinógeno prototípico. Su efecto farmacodinámico sigue siendo controvertido, aunque suele coincidirse en que la droga actúa sobre el sistema serotoninérgico, como antagonista o agonista. Los datos, hasta el momento, indican que el LSD actúa como agonista parcial en los receptores serotoninérgicos postsinápticos.
La mayoría de los alucinógenos se absorben bien tras la ingestión, aunque algunos se consumen inhalados, fumados o por una inyección intravenosa. La tolerancia al LSD y a otros alucinógenos aparece con rapidez y es virtualmente completa tras 3 o 4 días de consumo continuado, y también revierte con rapidez, por lo general en 4 a 7 días. Con los alucinógenos no aparece dependencia física ni síntomas de abstinencia, aunque el consumidor puede desarrollar una dependencia psicológica de las experiencias inductoras de introspección que se asocian al consumo.
Juego patológico
El juego patológico o ludopatía se caracteriza por ser la participación en un juego de forma inadaptada, persistente y recurrente que genera problemas económicos y trastornos significativos en el funcionamiento personal, social y ocupacional. Algunos de los aspectos de este comportamiento inadaptado son:
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Preocupación por el juego al azar
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Necesidad de apostar cantidades de dinero cada vez mayores para lograr la excitación deseada
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Esfuerzos repetidos e infructuosos para controlar, reducir o detener el juego
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Jugar para recuperar las pérdidas
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Mentir para ocultar el alcance de la implicación que se tiene con el juego
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Cometer actos ilegales para financiar el juego
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Poner en peligro o perder relaciones personales y profesionales debido al juego
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Depender de los demás para conseguir dinero con el que saldar las deudas
Se produce una comorbilidad significativa entre la ludopatía y los trastornos de la conducta, y los trastornos de abuso de sustancias. También se observa comorbilidad con el TDHA y trastornos disruptivos y del control de los impulsos.
Como parte novedosa de una opción de tratamiento que ha cobrado importancia y se incrementa su uso actualmente cada día más, es la implementación de estimulación magnética transcraneal (EMT), siendo esta una técnica de neuromodulación no invasiva empleada en el tratamiento de enfermedades psiquiátricas como la depresión, ansiedad, el trastorno obsesivo compulsivo (TOC) y la adicción a sustancias.
Estas técnicas buscan modificar el sistema nervioso, a través de la aplicación de estímulos eléctricos y pulsos magnéticos. Con la EMT, a través de una bobina que se coloca fuera del cráneo, se genera una inducción electromagnética por el principio de Faraday. Su uso en el cerebro enfermo despolariza el área de la sustancia gris seleccionada, de forma que modula los circuitos neuronales que funcionan de forma aberrante y causan la patología cerebral: desde el nivel cortical la modificación puede llegar, por ejemplo, a la corteza cingulada anterior, región asociada a la depresión.
El desarrollo de la técnica como tratamiento despegó cuando a mediados de la década de 1980, el físico médico Anthony Barker diseñó un dispositivo en la Universidad de Sheffield con el que se podía de forma accesible estimular un área del cerebro en intervalos de tiempo determinados. Desde entonces, los estudios sobre sus aplicaciones no han parado de crecer, en especial en Estados Unidos: en 2008, la agencia reguladora estadounidense FDA avaló la EMT en depresión resistente (años más tarde lo hizo la europea EMA) y a partir de ahí, ha surgido una cascada de nuevas indicaciones en patología psiquiátrica y neurológica.
Si bien en Estados Unidos su empleo está cada vez más consolidado, en España la introducción de la EMT se produjo a través del ámbito privado y ha empezado a ganar fuerza en la sanidad pública más recientemente. No obstante, son tratamientos a los que aún rodea el desconocimiento y ciertos prejuicios, incluso entre los profesionales.
La EMT está indicada, además de para la depresión, para el trastorno obsesivo compulsivo (TOC) y para las adicciones a sustancias psicoativas. En las enfermedades neurológicas, se aplica en el dolor neuropático y en la recuperación de las secuelas motoras del ictus.