![Representación de una persona con su salud afectada por el estrés](https://static.wixstatic.com/media/06afea_c57011ff3a9345f99b8824527b136cb7~mv2.webp/v1/fill/w_980,h_980,al_c,q_85,usm_0.66_1.00_0.01,enc_auto/06afea_c57011ff3a9345f99b8824527b136cb7~mv2.webp)
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el estrés, la ansiedad y la depresión están consideradas como las enfermedades más preocupantes y más habituales del siglo XXI. Evidencia de ello, es que estas figuran también como una de las principales causas de baja laboral a nivel mundial.
En la forma de vivir que tenemos actualmente sucede que queremos ser un "Formula uno" en constante aceleración pero realmente terminamos como un hámster en una rueda de autoexigencia, perfeccionismo y productividad extrema incluso hasta en nuestros momentos de ocio.
Nuestros antepasados reaccionaban de inmediato ante un hecho que amenazaba su vida. Para sobrevivir ante el peligro, el hombre de las cavernas debía luchar o huir, pero una vez desaparecido el peligro el hombre de las cavernas volvía a la calma. Por eso el estrés no suponía un problema para su salud. Desde el punto de vista físico, existen pocas diferencias entre el hombre de las cavernas de entonces y nosotros. Sin embargo, en la actualidad nos vemos expuestos con mayor frecuencia a amenazas y presiones psíquicas, tales como las discusiones, las dificultades del tránsito, las colas, las cuentas pendientes, y un largo largo etc.
El estrés, en nuestros antepasados les ayudó a enfrentarse a un medio hostil que requería una respuesta rápida y eficaz, y que evolutivamente se volvió automática para ser más eficiente aún, y esta respuesta inconsciente, muy rápida e instintiva, desarrollada para facilitar la supervivencia es hoy el problema de nuestro siglo y de nuestra civilización, porque el medio y la causa que la dió origen ya no existe y nosotros solo estamos adaptados genéticamente a ese específico medio que ha desaparecido y jamás retornará.
La respuesta correcta en nuestro medio original frente a un elevado estrés era: lucha o huye, y en ambos casos las substancias que se vertían a la sangre para prepararnos ante un esfuerzo intenso y explosivo eran consumidas.
La fuente primordial del estrés es hoy de origen social, es permanente y de una intensidad en ocasiones intolerable. El cuerpo resiste con dificultad esta presión y llegado cierto punto se desencadenan patologías cuyo origen es el estrés.
No podemos vivir como si nos persiguiera un león, constantemente alerta, aunque el estrés sea bueno y necesario. Siempre en su justa medida y de forma puntual. Nos hace estar alerta y concentrados, por ejemplo, el día antes de un examen. Nos da capacidad resolutiva y mayor energía. Pero si ese pico se mantiene de manera continuada, prosigue, nos está infligiendo un daño considerable, aunque no lo veamos y este estrés nos generar problemas importantes de salud. Los estudios muestran que cada vez más personas no desconectan al salir del trabajo. Son incapaces de relajarse: el fenómeno del stresslaxing.
Médicos que se llevan los pacientes a casa, profesores que sólo piensan en los resultados de sus alumnos, periodistas constantemente en la noticia, autónomos pendientes de presupuestos... Y quienes no tienen esta clase de problemas, simplemente, creen que les van a despedir o se atormentan con sus jefes o compañeros, sin ser conscientes del impacto. Sin embargo, el estrés ya les está hablando poco a poco a través del cuerpo.
El estrés hace que se nos caiga el pelo, nos salen herpes, se nos encoge el estómago, tenemos brotes de acné, heridas en el cuero cabelludo, sentimos punzadas en el pecho y, en casos graves, hasta parálisis en ciertas zonas del rostro, incluso un ictus. ¿Y eso nos logra parar? No. Pese a las indicaciones, seguimos en piloto automático mientras nos genera secuelas físicas, emocionales y nos hace sus víctimas. Nos está llevando a la muerte.
Cada vez se habla más de potentes herramientas contra el estrés. Antídotos como la meditación, el ejercicio físico... Aunque estas prácticas, quizá, se puedan ejecutar durante unos minutos o, a lo sumo, una hora de nuestro día. ¿Qué pasa con el resto del tiempo? ¿Qué podemos hacer realmente contra el estrés?
Lo más potente es la consciencia. Es como encender la luz en una habitación oscura. El pensamiento lleva a la emoción, la emoción a la acción y la acción al resultado.
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