La somatización como tal no es un diagnóstico psiquiátrico, sino un denominador común de una serie de procesos patológicos agrupados según el DSM-IV (manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales) como trastornos somatomorfos.
Los trastornos somatomorfos son la presencia de síntomas corporales que sugieren un trastorno físico pero sin hallar ninguna causa orgánica demostrable o mecanismo fisiológico conocido que los explique y por la presunción en su defecto de que dichos síntomas están asociados a factores psicológicos o estrés.
La prevalencia del trastorno de somatización es desconocida aunque se estima que en la población adulta general puede estar entre el 5 y el 7 %.
El trastorno por somatización, por tanto, se debe conocer y tener en cuenta en la consulta del Psiquiatra porque muchos de los síntomas somáticos que presenta un paciente puede ser la expresión de dificultades emocionales que resumen complejas interacciones psicológicas, vitales, familiares y sociales.
La somatización tiene tres componentes:
Uno experiencial que tiene que ver con los síntomas que experimenta la persona y que vive desde el sufrimiento.
Otro cognitivo que tiene que ver, precisamente, con esa vivencia, es decir, con el modo en que el paciente interpreta la somatización como una enfermedad amenazante que no se detecta.
Finalmente, existe un aspecto conductual, consistente en la búsqueda de un diagnóstico y de un tratamiento de forma persistente. De ahí que las personas con este trastorno suelan contar con un extenso historial médico en el que se suceden diferentes pruebas diagnósticas.
Claves
Presencia varios síntomas vagos y mal definidos
Los síntomas se expresan con una preocupación desproporcionada
Existencia de estresantes
Presencia asociada de ansiedad o de depresión
Los síntomas se viven con mucha preocupación y sufrimiento
Sintomatología fluctuante
Angustia latente
Búsqueda de atención
Síntomas habituales
Astenia y cansancio
Dolores generalizados o cervicalgias
Gases, dolor abdominal, distensión abdominal, diarrea o estreñimiento
Mareos, cefaleas, debilidad muscular
Prurito, picores, eccemas
Alteración de la visión
Alteración de la marcha
Palpitaciones, dolor torácico
Sensación de falta de aire
El sufrimiento de la persona con trastorno de somatización es real
La persona que padece un trastorno de somatización sufre realmente. Su malestar es auténtico, se explique o no médicamente. Así, los síntomas pueden estar asociados o no a otra afección médica. De hecho, con frecuencia, estas personas presentan enfermedades médicas junto con el trastorno de somatización.
En el trastorno de somatización, los problemas de salud pueden asumir un papel central en la vida de la persona. Estos problemas pueden acabar convirtiéndose en un rasgo de su identidad y finalmente acabar dominando las relaciones interpersonales.
Las personas con trastorno de somatización suelen experimentar un malestar que se centra principalmente en los síntomas somáticos y su significado.
Criterios que deben estar presentes para hacer el diagnóstico de trastorno de somatización
A. Uno o más síntomas somáticos que causan malestar o dan lugar a problemas significativos en la vida diaria.
B. Pensamientos, sentimientos o comportamientos excesivos relacionados con los síntomas somáticos o asociados a la preocupación por la salud, como se pone de manifiesto por una o más de las características siguientes:
Pensamientos desproporcionados y persistentes sobre la gravedad de los propios síntomas.
Grado persistentemente elevado de ansiedad acerca de la salud o los síntomas.
Tiempo y energía excesivos consagrados a estos síntomas o a la preocupación por la salud.
C. Aunque algún síntoma somático puede no estar continuamente presente, el estado sintomático es persistente (por lo general más de seis meses).
El trastorno de somatización puede estar infradiagnosticado en los adultos mayores. Esto se debe a que ciertos síntomas somáticos (p. ej., el dolor, la fatiga) se consideran parte del envejecimiento normal. También porque la preocupación por la enfermedad se considera “comprensible” en la personas mayores, que generalmente tienen más enfermedades médicas y necesitan más medicamentos que las más jóvenes.
La depresión también es frecuente en las personas mayores que presentan numerosos síntomas somáticos.
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